Los edificios históricos dan personalidad a nuestras ciudades.

Edificio histórico

Los edificios antiguos e históricos conforman la personalidad de las ciudades en las que vivimos. Su conservación es fundamental. Muchos de ellos continúan estando habitados. Su rehabilitación y reforma debe adaptarse a unas pautas estrictas.

A menudo, la imagen de un edificio antiguo indica la ciudad o región a la que pertenece. Sabemos, por ejemplo, que una fachada formada por líneas de ladrillo alternadas con otras de piedra probablemente esté ubicada en el Madrid histórico.

Una manzana compuesta por bloques de viviendas de techo alto, con las esquinas achaflanadas y construidas en serie, como si fuera un damero de cuadrículas, nos indica que estamos en el Eixample de Barcelona.

Esta diferencia no se aprecia tanto si visitamos barrios residenciales de obra nueva. Estos barrios no se diferencian mucho unos de otros. Bloques de viviendas de alta ocupación, zonas verdes con jardines y elementos de juego para los niños. Áreas de servicio para la comunidad. Son barrios que podrían estar igual en Madrid o en Barcelona que en Zaragoza o en Murcia. O en cualquier ciudad de España con más de 70.000 habitantes.

Los edificios antiguos conservan la historia de la ciudad. Señalan como el lugar ha ido creciendo a lo largo de los siglos y cómo vivían sus habitantes en diferentes épocas. Asociamos los edificios históricos con museos, iglesias, palacetes y edificios públicos remodelados. Pero esto no es así. Muchas construcciones históricas son casas y bloques de pisos que a día de hoy continúan habitadas.

Más que otra cosa, porque configuran el centro de las ciudades y porque ante el problema de vivienda que tenemos hoy en día, su ocupación es fundamental para albergar a la población.

Estos edificios, por su antigüedad, son objetos de frecuentes reformas. Esas reformas se deben hacer respetando la imagen del edificio. Puesto que esa apariencia es patrimonio histórico de la ciudad. Aunque no tenga la consideración de patrimonio monumental.

Reformar edificios antiguos en Toledo.

El casco antiguo de Toledo es patrimonio de la humanidad. Como señala la ordenanza municipal del consistorio toledano del 6 de noviembre de 1998, la fachada de los edificios no se puede modificar. Cualquier obra de reforma en estos edificios requiere la aprobación expresa del ayuntamiento.

Esto no significa que no se pueda hacer nada. Todo lo contrario. Toledo presume de mantener la apariencia de una ciudad imperial del siglo XV gracias al esfuerzo de sus habitantes por conservar los edificios. Estas fachadas se deben limpiar cada cierto tiempo y acometer las obras que sean necesarias para mantener la estructura y la imagen exterior, partiendo de los diseños originales.

Las directrices del plan de conservación del casco antiguo de Toledo hacen referencia principalmente a las fachadas. Pero los propietarios y moradores de las casas que están en esta parte de la ciudad saben que tienen un tesoro. Viven en un edificio con más de 500 años de antigüedad, que les sobrevivirá cuando mueran.

El edificio supera el título de propiedad. Tiene entidad propia. Pasa de unas manos a otras, como lo ha hecho durante siglos y su dueño no tiene más responsabilidad que conservarlo en las mejores condiciones posibles.

Por eso, las reformas en el casco antiguo de Toledo no solo respetan la fachada. Si no también la configuración de la vivienda y sus elementos internos. Como los patios toledanos y los techos de madera sujetados sobre vigas traveseras.

Esto no significa que el casco antiguo de Toledo esté anclado en el pasado. En él viven y trabajan personas de hoy en día, con todas las comodidades que el progreso nos ha traído. Eso sí, buscando el equilibrio entre los avances tecnológicos y la conservación de la historia.

Las corralas de Lavapiés.

Un ejemplo de que los edificios históricos no se limitan a los monumentos nobles, son las corralas de Madrid. Un tipo de construcción tradicional madrileña destinada a alojar a la clase obrera y que se hace popular a mediados del siglo XIX debido a un boom migratorio que sufre la ciudad, con la llegada masiva de mano de obra proveniente del campo.

Las corralas son uno de los primeros experimentos de propiedad horizontal. Es decir, de usar un mismo edificio para alojar en él a varias familias. En torno a un patio central, que servía de elemento distribuidor, se disponían viviendas unifamiliares de 20 metros cuadrados en dos alturas. Con un corredor de madera porticado en el piso superior al que se accedía por medio de una escalera comunitaria.

El patio central se utilizaba para hacer vida vecinal. Con frecuencia los vecinos se reunían en él para organizar fiestas o comidas, o simplemente mantener animadas tertulias.

Toda la corrala solía ser propiedad de un mismo dueño. El cual arrendaba las viviendas a las familias por medio de una renta mensual o semanal.

Las corralas de Madrid están presentes en la literatura y la cultura popular. Aparecen descritas en la novela “Fortunata y Jacinta” de Benito Pérez Galdós y en “La Busca” de Pío Baroja. Uno de los escenarios donde se desarrolla la acción de la popular serie de televisión “La Moderna” es una típica corrala madrileña.

Cuenta la web En Lavapies que se calcula que quedan en pie alrededor de 400 corralas en Madrid. La mayoría de ellas en los barrios de La Latina, Embajadores y, sobre todo, en Lavapiés.

En 1977, La Corrala de Tribulete, en la calle de Lavapiés que lleva este nombre, fue declarada Patrimonio Nacional y se restauró en 1979. En el mismo barrio, el Centro Cultural La Corrala alberga el Museo de Artes y Tradiciones Populares de Madrid, y otro edificio, “La Corrala de Lavapiés”, se ha convertido en un centro cívico donde tiene su sede la asociación de vecinos del barrio.

Estos son algunos de los ejemplos mejor conservados de corrala madrileña, pero la mayoría de ellas no tienen consideración de patrimonio monumental y muchas continúan habitadas como un edificio de viviendas normal.

Que son los edificios históricos.

Según el Consejo de Monumentos Nacionales, un edificio histórico es aquel que por su valor histórico, artístico o por su antigüedad debe ser conservado para el conocimiento y disfrute de las generaciones presentes y futuras.

Sin embargo, no todos los edificios antiguos son históricos. Un edificio antiguo no tiene por qué tener ninguna relevancia histórica. Al categorizar un inmueble como histórico, esto obliga a hacer un informe que recoja la historia del edificio y a conservar o rehacer los planos originales.

La mayoría de los edificios antiguos son propiedad privada. No tienen titularidad pública ni son gestionados por ninguna administración. Esto hace que, debido a sus altos costes de mantenimiento, muchos se encuentren en condiciones lamentables de conservación.

La Ley de Patrimonio Histórico Español (L.P.H.E.) establece la categoría de conjunto histórico. Que hace referencia a un conjunto de bienes inmuebles que de manera colectiva tienen un valor patrimonial histórico o artístico. Aunque todos o parte de estos edificios sean de titularidad privada y/o pertenezcan a diferentes propietarios. Es el caso del barrio judío de Girona.

La consideración de conjunto histórico convierte a las administraciones públicas en responsables subsidiarios de su conservación. Promoviendo programas de subvenciones y ayudas para animar a sus propietarios a que rehabiliten los edificios.

Este es un tema importante, ya que un edificio antiguo, aunque no esté catalogado como histórico, conviene conservarlo en la medida de lo posible, ya que contiene una parte de la historia del lugar. Algo que resulta útil, tanto para visitantes como lugareños, para conocer el pasado.

Rehabilitación de edificios históricos.

Los arquitectos de Geneop, una empresa de construcción de Madrid que se ha encargado, entre otros proyectos, de rehabilitar la Casa de Velázquez, en la C/ Paul Guinard de la capital de España, nos cuentan que un edificio histórico, sea residencia o no residencial, suele requerir una rehabilitación integral que aborde diferentes aspectos del edificio.

Entre estos aspectos se encuentran la rehabilitación de las cubiertas, la limpieza o restauración de la fachada, la revisión de la estructura y cimentación y la adecuación a las normativas actuales.

Los planes urbanísticos y las normas de conservación del patrimonio lo marcan todo. Rehabilitar un edificio antiguo no es como reformar un bien inmueble cualquiera. Hay que ser respetuoso con la apariencia original del edificio. Sobre todo, con la fachada. No se puede alterar ni introducir elementos que desentonen con la imagen del edificio. El acceso a los locales comerciales y a las viviendas debe estar integrado en la morfología original.

Rehabilitar estos edificios implica una mayor burocracia. La empresa encargada del proyecto deberá presentar una memoria y un informe que debe ser aprobado por el ayuntamiento o por el organismo autonómico competente antes de iniciar las obras.

Un edificio histórico encarna la cultura, la historia y la tradición local o nacional y tiene una repercusión social sobre la ciudad. Aunque sea un edificio de viviendas, contribuye a dar una imagen pulcra de la localidad y promueve el turismo. Un motor económico importante en la España actual.

Por eso, empezando por las administraciones públicas y siguiendo por los propietarios de los inmuebles, todos tienen una responsabilidad por conservar los edificios históricos.

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